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Read this essay in the original English in Issue 008: ETHER.
Resumen: Ya en el segundo año de la crisis mundial que ha desencadenado la pandemia, los bancos centrales mantienen el tipo de interés bajo mientras siguen inyectando dinero en la economía. El objetivo es fomentar el endeudamiento y el gasto para impulsar la demanda. En este ensayo, Franco Berardi sostiene que, aunque en el siglo xx esas inyecciones de dinero lograron estimular la recuperación y la expansión económica, las condiciones actuales merman la capacidad de la política monetaria para movilizar la sociedad de la misma manera. El organismo social, envejecido y cansado después de décadas de decepción económica y política, se ha vuelto menos receptivo a los «enunciados monetarios» de los que depende una economía cada vez más financiarizada y desindustrializada. Al mismo tiempo, los imperativos capitalistas de expansión ilimitada y de maximización de beneficios han desencadenado procesos irracionales (ambientales y virológicos) que son incontrolables por los mecanismos financieros o la voluntad política.
DEPRESIÓN EN EL CORAZÓN
Las predicciones sobre el futuro de la economía parecen hoy poco fiables. Los bancos centrales están inyectando enormes cantidades de dinero para reactivar la demanda mermada por los confinamientos y la ansiedad pandémica, pero no parece que vaya a repetirse el exitoso New Deal de Roosevelt.
En los mapas de la futurología financiera, falta tener en cuenta algo crucial: la evolución de la subjetividad social, que es algo que escapa a la comprensión de los economistas.
Los bancos centrales están invirtiendo miles de millones. ¿Será suficiente para recuperar el bienestar social? Dependerá de la eficacia del enunciado monetario.
De acuerdo con Robert J. Sordello: «El dinero hace que las cosas sucedan. Es el motor del mundo». Y según Christian Marazzi, la acumulación de capital es, cada vez más, un efecto del lenguaje. De hecho, en la esfera contemporánea del semiocapitalismo, la producción de objetos materiales se sustituye cada vez más por el intercambio de información. Además, la financiarización lleva a que los mandatos, las conjeturas, las predicciones y otras elaboraciones del lenguaje estén dando forma al ciclo de acumulación.
Suponemos que el lenguaje y el dinero tienen algo en común: aunque no son nada, lo mueven todo. Esta es la lección que hemos aprendido durante la modernidad, cuando el lenguaje y el dinero eran poderosas herramientas de movilización, y el dinero estaba rodeado de un aura de omnipotencia.
En la modernidad, las fuerzas económicas y sociales necesitaban de esos estímulos para actuar: esperaban el estímulo retórico de una promesa de prosperidad y de expansión y el estímulo monetario del salario, la retribución que le da un sentido al acto (sin sentido) de trabajar.
No debemos subestimar una segunda similitud entre el lenguaje y el dinero: ambos son herramientas para comparar, medir y controlar el mundo que nos rodea. Ahora me pregunto si, en la situación actual, podemos esperar que el dinero y la política sigan siendo efectivos.
La eficacia práctica de un acto de lenguaje no depende sólo de la voluntad del agente de enunciación. También depende de la capacidad del receptor para descodificar el mensaje y actuar de forma coherente. Si, supongamos, el receptor está sordo, incapacitado o muerto, el mensaje no obtendrá los resultados deseados.
Los economistas piensan que el ciclo de acumulación está determinado únicamente por factores económicos, a pesar de la propuesta de Daniel Kahneman, que no es un economista, sino un psicólogo que ganó el Premio Nobel de Economía por su investigación sobre las bases psicológicas de las decisiones económicas.
En los años veinte del siglo pasado, la subjetividad social se recuperaba de traumas más graves que los que ahora estamos viviendo: la Primera Guerra Mundial y la llamada «gripe española» que mató a cincuenta millones de personas.
Aun así, en los países occidentales, recién ganada la contienda mundial, la sociedad reaccionó de manera positiva a las inyecciones de dinero procedentes de los bancos centrales, de las reparaciones de guerra por parte de Alemania, del desarrollo de nuevas tecnologías y de las inversiones militares.
Es cierto que los «locos años veinte» prepararon el camino para el crac del 29 y la siguiente depresión. Pero, justo antes, el motor capitalista se puso en marcha de nuevo y, durante décadas, la economía mundial siguió expandiéndose. La población media occidental era joven y, a pesar de las tragedias bélicas, las perspectivas ideológicas contribuyeron a movilizar las energías sociales en direcciones opuestas al comunismo: hacia el fascismo y la democracia liberal.
Hoy en día, ni el paisaje demográfico ni las perspectivas ideológicas son similares: la población occidental está envejecida y mentalmente agotada, y las promesas políticas han decepcionado a quienes confiaron en los ideales de la democracia.
La depresión es profunda, aunque los economistas sepan poco de las oscilaciones etéreas del inconsciente humano.
Así, el dinero puede estar perdiendo su fuerza y, simultáneamente, el lenguaje puede estar perdiendo su capacidad de persuasión. El organismo social, antaño movilizado por el ansia de tener más bienes, más poder y más sexo, está perdiendo su energía y mutando de una forma difícilmente reconciliable con el régimen adquisitivo del deseo. Además, algo extraño ocurre con el ejercicio de medir, contar e intercambiar, ya que este acto presupone la mensurabilidad de las cosas y la controlabilidad de los procesos.
EL FIN DE LA MENSURABILIDAD
El humanismo moderno se basó en el principio de Protágoras: «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son».
El humanismo transformó este principio en una metodología para la acción. Razón (ratio) significa medida en latín y, sin reducir las relaciones sociales a estándares de mensurabilidad, no se puede gobernar a una sociedad.
Según el principio de Protágoras, la política era el arte de gobernar conscientemente las cosas y los acontecimientos que se presentan en cada tiempo histórico.
Pues bien, parece que en el siglo posmoderno el principio de Protágoras ya no funciona. Hemos salido de la esfera de la mensurabilidad.
Consideremos el tipo de fenómenos a los que nos enfrentamos ahora mismo: no la fuerza de los agentes humanos, no la metodología de las decisiones políticas, sino la proliferación de agentes «invisibles» (radiaciones nucleares, virus pandémicos…) sobre los que no tenemos un conocimiento exhaustivo, y la propagación de acontecimientos naturales (como el cambio climático y las catástrofes subsiguientes). Estos fenómenos desencadenan dinámicas irreversibles sobre las que la voluntad política no tiene control.
Las herramientas de la razón política son irrelevantes en este nivel de pequeñez «invisible» y de grandeza supervisible. La acelerada expansión de la producción, el consumo y la destrucción han desencadenado impulsos evolutivos, que ni la decisión política ni la voluntad pueden controlar, por lo que los debates sobre las diferentes formas de gobernabilidad resultan inútiles.
A estas alturas, la locura, la falsedad y la demencia han sustituido a la racionalidad de la acción política y presiden el paisaje político: es tarde para preguntarse si el conductor del autobús está sobrio o borracho cuando el autobús se ha salido de la autopista y se precipita hacia un barranco de quinientos metros. Hubiera sido mejor que el conductor del autobús no hubiese bebido antes de salirse de la autopista, pero en la caída libre en la que estamos, su sobriedad ya no es importante.
El laboratorio de Protágoras ha sido invadido por agentes excesivamente pequeños y extraordinariamente grandes y ha explotado. En este punto, las herramientas y metodologías de la política son inútiles, pues somos incapaces de cambiar estos fenómenos, que se alimentan a sí mismos y se vuelven irreversibles.
La acción voluntaria sólo parece amplificar los procesos de devastación; cuando la política se vuelve impotente y el medio ambiente se descontrola, incrementan las posibilidades de una guerra. La reacción psicótica a la impotencia de la voluntad es el nacionalismo: mientras las costas son invadidas por el mar y los bosques quemados por el fuego, las masas de indigentes emigran de forma nómada de un territorio a otro. Posteriormente, las personas territorializadas defienden su territorio donde aún no ha llegado el fuego.
El pánico es la forma que adopta la voluntad al experimentar la impotencia: la estampida final.
LA FUERZA ETÉREA DEL DINERO
El juego de las finanzas se basa en la simulación semiótica y resulta imposible entender sus reglas, que cambian continuamente. No son reglas naturales, sino el efecto de una negociación interminable: una proyección lingüística que se basa en la fuerza.
El poder puede definirse como la imposición de reglas de intercambio (lingüístico). Como ya he dicho, tanto el dinero como el lenguaje no son nada, pero lo mueven todo. El dinero es un signo sin significado cuya potencia se basa únicamente en un acto lingüístico, uno impuesto por la fuerza del agente de enunciación.
La volatilidad de los mercados financieros no debe atribuirse a la discrepancia entre la economía monetaria-financiera y la «economía real» (bienes materiales producidos e intercambiados), sino a la indeterminación de las oscilaciones mentales que presiden el comportamiento social y económico.
La distinción entre la economía real y la monetaria se disolvió en 1971 cuando Nixon anuló la convertibilidad del dólar estadounidense, rompiendo así el vínculo entre los mercados monetarios y el mercado «real», estableciendo así un nuevo orden de la llamada realidad.
El acto de Nixon reveló abruptamente la naturaleza semiótica del dinero, allanando el camino a la relación de libre fluctuación entre el signo y el significado. En 1971, el mercado financiero dejó de ser una representación de la economía «real», o un soporte monetario para las necesidades de los inversores «reales». La bolsa se convirtió en una fábrica que crea dinero de la nada, que intercambia la nada por la nada, teniendo efectos reales en la distribución social de la riqueza. El propio concepto de «realidad» en ese momento se volvió frágil e incierto y la relación entre el significante y el significado comenzó a tambalearse.
La crisis financiera de 2008 fue el efecto de una acumulación de procesos de simulación monetaria: derivados, permutas de incumplimiento crediticio y, a mayor escala, déficit y deuda. De repente, la construcción simulada se desmoronó y la sociedad se vio obligada a pagar la factura: empobrecimiento, precarización del trabajo, privatización de los servicios públicos, etc.
La deuda era, y es, el dispositivo lingüístico que obliga a los humanos a someter su vida a la explotación.
¿Cuál es el factor decisivo en un régimen de valores flotantes? ¿Quién decide el precio de un bien? ¿Quién decide el significado de un enunciado cuando la relación entre significante y significado es aleatoria? La respuesta es: la fuerza. Desde que el régimen fijo de intercambiabilidad entre significante y significado fue cancelado y sustituido por un régimen de atribución variable de significado, la razón de ser del mercado financiero (y del mercado en general) ha sido la violencia: la afirmación violenta de la supremacía.
Pero ahora parece que tanto el lenguaje como el dinero han perdido gran parte de su potencia y eficacia.
Podemos pensar en las partículas radiactivas que ha desplegado la explosión de Fukushima y que se extienden por toda la atmósfera planetaria. El dinero y el lenguaje no pueden hacer nada, o muy poco, al respecto, y esas partículas no desaparecerán hasta dentro de millones de años. Podemos pensar, también, en los incendios que están quemando los bosques de la costa del Pacífico y de Siberia. El dinero y el lenguaje pueden hacer muy poco, o nada, frente a que el aire se vuelva más seco y que el año que viene los incendios quemen una zona aún más grande.
La fuerza etérea del dinero no puede hacer nada contra la fuerza material de la naturaleza desatada.
¿QUÉ SERÁ LO SIGUIENTE?
La pandemia revela que lo que necesitamos no siempre se puede comprar con dinero, y que lo que podemos comprar apenas nos es útil. Los economistas dicen que la demanda aumentará cuando la pandemia termine. Quizá.
Pero creo que esta expectativa está mal fundamentada porque no tiene en cuenta la mutación incipiente.
Desde que Nixon declaró el fin del sistema de cambio fijo y lo sustituyó por un régimen de cambio monetario flotante, la esfera financiera se ha ido independizando cada vez más de la esfera de la producción, la distribución y el consumo.
Las finanzas, que antes eran una herramienta para la inversión productiva, se han convertido en un espacio puramente especulativo para el saqueo de los recursos sociales, lo que fomenta una paradójica redistribución de la riqueza de los que tienen poco a los que tienen más y más.
Ahora, en el segundo año de la pandemia, vemos que los trabajadores están siendo despedidos, los empleos regulares desaparecen, los salarios disminuyen y el trabajo precario se asemeja cada día más a la esclavitud. Pero los mercados financieros están eufóricos.
La divergencia entre el dinero y la vida es cada vez mayor, porque el lenguaje y el dinero son cada vez menos capaces de movilizar energías útiles, de gobernar procesos caóticos y de proporcionar lo que verdaderamente necesitamos.
—Julio, 2021
Freeman, Kathleen. Ancilla to the Pre-Socratic Philosophers: A Complete Translation of the Fragments in Diels’ “Fragmente der Vorsokratiker.” Blackwell, 1948.
Marazzi, Christian. Capital y lenguaje. Hacia el gobierno de las finanzas. Traducción de Emilio Sadier, Tinta Limón, 2014.
Sordello, Robert J. Money and the Soul of the World. Pegasus Foundation, 1983.
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feat. the original artwork #SCRTW
#SCRTW (#SOCIAL CAPITOL RULES THE WORLD)
“The Salutations: Hello … Applications. Hello, Mundo. Hello, Anthropologists. Hello My Dolly. Hello, My Friend. Hello, Pangea Amasia. Hello, Labels, Hello, Census. Hello, Immigration. Hello, Fire. Hello, Hi. Hello, Water. Hello, Skin. Hello, Vote. Hello, Food. Hello, Media. Hello, Body. Hello, Numbers. Hello, Life. Hello, Death. Hello, Hell. Hello, Human. HELLO, WHO AM I? Hello, Goodbye.”
MEDIUM:
play money paper, money bank bands, tape, target stickers, target silhouette paper, guerilla tape, fluorescent stickers.
SIZE:
87″ W x 86″ H
YEAR:
2020 (COVID-19 PANDEMIC ERA)
POEM:
“I make green art. not always but sometimes more than not.
Studies have shown most people hate green art.
Some think of it as lucid color but I’m busy in a dream.
Let’s talk Green.
Did you know Picasso’s Paintings sell less at Auction if there’s green in the picture? Fun Fact.
It’s the Green in the Machine.
Not the Ghost.
Remember that.
Now go ahead and eat your Broccolini. That’s the iron of the green.
The Salt of the Saline. It’s all in the Gene. Unless you’re missing a spleen.
Don’t forget the Air. I swear it’s never fair.
That’s the eco fresh put to the test. Contrast to Compare. Barely hidden, roads are paved to nowhere. Dirt on top green never to be seen.
The Trees are tall. Simple and strong, long and mean, and always very very green. Beep beep.
Green says Go. Do not stop at Red. Did I mention the Gwop?
Get The Bands, The Bills, The Cabbage, The Broccoli, The Frog Skin, and The GreenBacks.
All is Green. That third eye shockwave to the toenail tip.
From the words of Wall Street and Mr. Michael Douglas himself. How could we forget: …
‘The point is, ladies and gentleman, that Greed — for lack of a better word — is good.
Greed is right.
Greed works.
Greed clarifies, cuts through, and captures the essence of the evolutionary spirit. Greed, in all of its forms — greed for life, for money, for love, knowledge — has marked the upward surge of mankind.’
and that is the Money Speech.
No nuts, no bolts. Just blokes, and old folks. Green tints on glasses full of envy. Heavy on the cream. Extreme Nature World mold hues in full effect. Take it down a notch. Little Gordon Gekko. The little train that ran green full of steam. He tried and he tried. But little did he
know that he was already at the top.
Pop pop pop
Head underwater. Let’s see if you can float? If we take away all your toys and the brand new boat.
Green Swimming.
Greed winning.
All or nothing.
Fuel in a tin ready for the win.
Popeyes snacks will rid you of the good old plaque. Cartoons with gravity. Come one. Come all. And see the:
Money Pit, Money Hole, Money patrol. it never grew on trees. bringing you to your knees. it’s still green, it’s always green, that’s The Power of the Green.
Let me introduce you to your Rods & Cones. The rods, those are in your eyes. The Cones are the cells. It’s all up there in your head. So Get well. Soon. Before the dial reads noon. Time clicks on.
The things inside you distinguish more shades and hues of green than any other color. Tell that to your mother. But she sees more variations than your pop.
Stop holding back. That anxiety attack! It’s gonna be green non-stop. Full circle for the win. Little late on the debate.
Sticky Guns, Target Talk, Ready to walk the walk.
Here now. Green eyes and all. No, Not Chartreuse. slighted by a boost.
I’m that 2% rarity. with a dash of Denisovan.
Explosion sticks, cue the florescent. Cut the wicks. sticker intermix.
pause. Handle. perceive. Press play. scroll back. regurgitate the bait. Wait, Take a bow. How do You Like these Green Apples, Now?”
– Marina Heintze
FRANCO BERARDI escritor
Franco Berardi, también conocido como «Bifo», fundador de la famosa Radio Alice en Bolonia e importante figura del movimiento autonomista italiano, es un activista, escritor, y teórico de los medios de comunicación. Actualmente es profesor de Historia Social de los Medios de Comunicación en la Accademia di Brera en Milán.
ARIADNA GARCÍA LLORENTE traductora
Ariadna García Llorente es una investigadora y traductora española residente en Londres. Se graduó en Literatura Comparada, Filosofía y Edición; actualmente está cursando un máster en Estudios Psicoanalíticos en Birkbeck. Ha traducido del inglés al español Doing Psychoanalysis in Tehran, de Gohar Homayounpour, que se publicará en 2022.
MARINA HEINTZE artista
Marina Heintze es una judía neoyorquina que se graduó en CalArts y en la Parsons School of Design. Heintze ha expuesto en la Kerry Schuss Gallery, The Knock Down Center, ArtShare LA, Spring/Break Art Show y en la galería Field Projects. Ha publicado en Vast Magazine, Hyperallergic y ArtNet. Su práctica y experiencia laboral se desarrolla en el ámbito de la investigación y el desarrollo de la ciencia médica, la producción, el diseño gráfico y el arte del tatuaje. Marina Heintze vive y trabaja en su estudio, Minutiae, en Los Ángeles, California.
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